junio 19, 2012

LA VIDA DEL DIEZ EN RELATO

LA VIDA DE DIEGO MARADONA EN DUBAI


DIEGO ARMANDO MARADONA y su estadia en DUBAI según este muy buen informe de la REVISTA EL GRAFICO escrita por: Por Ayelén Puyol. Ilustración de Gonza Rodríguez. Fotos de AFP


La octava maravilla del mundo está en la opulenta Dubai y no se trata de una metáfora para referirse a nadie: Palm Jumeirah, la más chica de un conjunto de tres islas artificiales es, además, una de las tantas construcciones que hacen que la ciudad sea de las más exóticas del mundo. El milagro de la mano del hombre: el lugar lleva ese nombre porque tiene forma de palmera. Ahí vivió Diego Maradona durante los últimos nueve meses, en el complejo hotelero Jumeirah Zabeel Saray, a orillas del Golfo Pérsico, rodeado de jeques millonarios.


La aventura, la más rara quizás entre las rarezas que atraviesan la vida de Maradona, comenzó el 3 de agosto del año pasado, cuando arribó a los Emiratos Arabes Unidos para dirigir al Al Wasl. Enseguida, los detalles acerca de Dubai empezaron a resultar más interesantes. La ciudad parece una versión concentrada del capitalismo en estado puro. La Wikipedia la vende como uno de los destinos turísticos más cotizados del mundo. Destaca su arquitectura excesiva y lujosa. Dubai tiene el edificio más alto del mundo, el único hotel siete estrellas del mundo, el centro comercial más grande del mundo, la fuente más grande del mundo, el puerto más grande del mundo y, como es así de ambiciosa, el aeropuerto más grande del mundo. Marx sentiría náuseas (y sólo van unas líneas de texto).


Parece una contradicción, pero tal vez no: la grandilocuencia, en todo caso, es una característica más en la vida del hombre que cambió de continente después de dejar su cargo como DT de la Selección argentina.


En un lugar que tiene más autopistas que autos y donde los shoppings compiten por ver cuál ofrece más excentricidades (el Mall of Emirates, segundo en imponencia, por ejemplo, posee pista de esquí), Maradona se maneja en un Audi Q7, un auto que le dio el club y que cuesta poco más de 100.000 dólares.


En Dubai no se puede hacer mucho más que comprar. En una casa de 500 m2, Diego tiene una rutina similar a la que podría tener en un departamento de dos ambientes de Almagro: mira televisión desde el sillón, hace ejercicio, fuma habanos, habla por Skype con Benjamín, su nieto; se queda despierto hasta la madrugada y se levanta al mediodía. El horario parece hecho a su medida: los entrenamientos del Al Wasl comienzan a las 20.


Es por el calor. En Dubai hace mucho calor: en invierno puede haber más de 30o C y en verano 48o, con 90% de humedad. Si el termómetro supera los 50, nadie trabaja.


El hogar que comparte con Verónica Ojeda, su pareja, cuenta con cinco dormitorios, sala de juegos, jardín con pileta de natación y salida a una playa privada: buenos amenities.


Los días del (ex) Diez se sucedieron vertiginosos. Desde que llegó, su nombre estuvo en los diarios por diversos motivos además de los vinculados al rendimiento de su equipo. Maradona le pegó a un hincha. Maradona fue fotografiado fumando pipa de agua. Maradona quiso pelear con una docena de hombres con turbante, en defensa de su mujer. Maradona jugó al tenis con Djokovic. Maradona quiere irse.


DÍAS LOCOS
Maradona usa dos relojes: en uno, contó, tiene la hora local. En el otro, el horario en el que vive Benjamín. A esta altura, después de nueve meses de vida en Dubai, el entrenador ya construyó su micromundo. Hace poco le llegaron los palos de golf y su perra, Malenka, que voló desde Ezeiza.
Cuando firmó su contrato se habló, claro, de una suma ostentosa, acorde con el entorno. Algo así como 35.000.000 de dólares por dos años. Allá mencionan números diferentes: serían 4.000.000 por temporada.


De aquel primer día quedan algunas imágenes: él, barba de días, entrando vestido de jogging, saludando con una sonrisa a los hombres de turbante. Pertenecen a otra cultura los árabes: le regalaron un ramo de flores. Otra cultura, otra lógica: allá, el deporte que más se practica es el cricket.


Héctor Enrique, Roberto Trotta (ya no, conflicto explosivo mediante) y el preparador físico Javier Villamitjana integraron el cuerpo técnico, fundamental para seguir en contacto con el idioma castellano. Diego, que siempre tiene un jugador fetiche a mano, eligió llevarse a un futbolista argentino. A Mariano Donda lo llamó desde Dubai. El volante volvía en el micro de Godoy Cruz, su exclub, de un partido con Racing. Ese llamado le cambió el mundo.


El ser extranjero es algo común para ese país. Tres de cada cuatro habitantes de Emiratos son de otros lugares. La mayoría llegaron desde India y Paquistán. Maradona parece estar encantado. “Estamos bárbaro”, declaró en marzo. “Me gustaría renovar porque quiero cumplir un proyecto que tengo a largo plazo, más que nada por los chicos de 14, 16, 18 y 20 años, para demostrarles que no todo es el dinero. Que el dinero es importante para todo el mundo, pero que la gloria no se compra”, se ilusionó en una entrevista con la agencia DPA. Y no pudo evitar soltar la frase maradoniana: “A mí me encantaría cumplir mi contrato y volver a renovar, y ser una especie de Arsene Wenger en el Al Wasl”. Tiempo después, cambió de frente y amenazó con irse, como ocurría al cierre de esta nota.


PASION maradoniana en el ejercicio de la profesión. Quedó afuera en dos torneos de cuatro a principios de año


ESTILO MARADONA
El hombre que nació en Villa Fiorito y levantó la Copa del Mundo como jugador en 1986 tiene 51 años: en octubre pasado los cumplió en Dubai, un sitio que podría ser su lugar en el mundo. Así de insólito como suena: “Le diría al Sheik o al Príncipe que me hagan un contrato de por vida y yo me quedo acá”, supo decir. Fue cuando concurrió a la Copa del Mundo de Turf y conoció al primer ministro Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum, a quien le regaló una camiseta. La versión cholula de Diego: “Era una de las personas que quería conocer en mi vida. Le di la camiseta, es un regalo que hago a las personas a las que realmente les gusta el fútbol y es un símbolo mío: entregarle algo de lo que hice en mi carrera”.


En este tiempo, Maradona sostuvo lazos con la política y también generó nuevos: puede estar en la otra punta del mapa, pero no se pierde una. En enero, por caso, sacó un comunicado para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que se había operado (en ese momento se hablaba de cáncer de tiroides): “Como todo salió bien, pedimos permiso para brindar con un champagne los tres ‘cristinistas’ en Dubai: yo, Diego; el profe Javier y el Negro Enrique. Ahora, vamos por más. ¡Viva Cristina!”.


La salud de los presidentes latinoamericanos fue un tema. El estado de Hugo Chávez también figuró entre las preocupaciones. “Lo amo, rezo por él todos los días”, expresó Maradona.


Y así como suele elegir causas y sostenerlas como bandera, en su estadía en Medio Oriente se conmovió por Palestina. “El pueblo palestino necesita que lo ayudemos entre todos, y yo estoy a disposición de ellos. Soy el hincha número uno de Palestina, se enoje quien se enoje. Lo digo de corazón porque lo siento, desde la época de Cuba me hice hincha de Palestina”, vociferó. Y subió la apuesta: “Quiero visitar a la selección palestina para saludarlos. Ir a visitarlos es como que Benja me dé un beso”.




LO PRIMERO ES LA FAMILIA
La casa gigante tiene un poco más de calor cuando Maradona recibe visitas. Claro, las que más le gustan son las de Dalma y Giannina. Aunque ya no promete todo por ellas: ahora jura por Benjamín, el hijo que la menor tuvo con el Kun Agüero. “Tiene sólo tres años, pero se le marcan los gemelos y los brazos”, contó sobre su nieto en una entrevista que le dio al programa radial Perros de la calle.


Cuando Benja va, el abuelo se dedica por entero. “Aguantarle el ritmo es bravo, porque me pide jugar todo el tiempo y no me deja descansar. Es un atleta de mamadera”, bromeó.


El 20 de noviembre del año pasado, Maradona recibió la peor noticia: su madre, Dalma Salvadora Franco, Doña Tota, había muerto; tenía 81 años. El DT se tomó un avión inmediatamente, después de dirigir al Al Wasl. La Tota estaba internada por una afección cardíaca, aunque ya venía mal de salud: de hecho, el Diez había postergado su llegada a Emiratos porque quiso esperar a que su madre estuviera estable.


En la Argentina, eligió no mostrar su dolor, aunque era previsible: si algo se vio en el vínculo madre-hijo es que había una relación edípica. Maradona repartió una carta a los medios. Escribió: “Se fue mi novia, mi reina, pero en mi corazón late su nombre. ¡Te amo, Tota! ¡Para toda la vida! ¡Nos vemos en el cielo, mamá!”. A su vuelta a Dubai, el equipo se impuso por 2 a 1 ante el Emirates: Diego lloró.


La otra mujer de su vida, Verónica, también fue testigo: Maradona no tiene términos medios (“Yo soy blanco o negro. Gris no voy a ser en mi vida”, sostuvo alguna vez). Muy Diego: la familia no se toca. Y a Vero le faltaron el respeto en la tribuna del Al Shabab, el equipo que había vencido al Al Wasl. Maradona fue a la platea, dispuesto a pelearse a trompadas con quien fuera. Con Vero, no.
La conferencia de prensa posterior a eso es imperdible por varias cuestiones: el discurso de Maradona –una defensa a los derechos de la mujer–, la evidencia del choque de culturas y la performance del traductor, que se vuelve un intérprete y se enoja tanto como el argentino.
“Agredieron a mi mujer –arranca, ceño fruncido– ¿Vos no lo harías?”. Y sigue: “Yo vi que a mi mujer la estaban insultado. Y acá no importa dónde estoy. Si estoy en un estadio, si estoy en una iglesia, si estoy en una mezquita, donde sea. Le faltaron el respeto. Aparte, el hombre que agrede a una mujer es un cobarde. Es un cobarde porque no tiene las pelotas de enfrentar a un hombre”.


Los locales no podían entender la reacción. Maradona la explicó: “Lo volvería a hacer. Y si estás vos (a un periodista) también lo volvería a hacer contigo. Si le faltás el respeto a mi mujer te voy a buscar a tu casa. A tu casa. Acepto la derrota. Lo que no acepto es la cobardía de cierta gente. Si alguien no tiene respeto por la mujer… Yo lo tengo. Yo sería incapaz de faltarle el respeto a una mujer. ¿Sabés por qué? Porque yo vine de una mujer. Y hoy la tengo en el cielo”.




DIEGO DIJO
La ciclotimia maradoniana no distingue geografías. Todo bien con la octava maravilla, pero eso no detendrá la lengua filosa. Pelé, claro, fue uno de los apuntados en este tiempo. Una frase: “Yo prefiero ir a tomar una birra con Ronaldo, ser amigo de Zico, poder hablar con Rivelinho… Si tengo que pertenecer a la familia de la FIFA, prefiero ser huérfano”.


Para colmo, el brasileño aseguró que para que Lionel Messi fuera el mejor futbolista del mundo, primero tenía que “ser mejor que Neymar”. “Pelé dice estupideces. Puede ser que Neymar sea el mejor del mundo, pero solo si aclaramos que Messi es de otro planeta”, retrucó Maradona. Y fue más duro: “Le recomiendo que tome el medicamento correcto. En vez de tomarse la pastilla para dormir, se tomó la pastilla de la mañana. Se confundió y no sabe de lo que está hablando”. La disputa se volvió todavía más divertida. Y si algo está claro es que la picardía de Maradona supera a Pelé. “Nací para jugar al fútbol, como Beethoven nació para componer música y Michelangelo para pintar”, declaró el brasileño. Y el argentino contestó: “Si Pelé se cree el Beethoven del fútbol, yo soy Ron Wood, Keith Richards y Bono juntos, porque tengo mucha pasión”.


En otra de sus apariciones, se mostró dolido por no trabajar en el país. “En la Argentina me cerraron todas las puertas de una forma increíble. Soy un exiliado, pero quiero que sepan todos que sigo siendo argentino hasta los calzoncillos”, advirtió.


También habló de Boca: “Creo que voy a dirigir a Boca en algún momento. Cuando pase lo de Dubai, el amor por Falcioni, cuando se vayan los dirigentes que no entienden absolutamente nada de lo que es una pelota de fútbol, voy a dirigir a Boca”.




EPISODIOS
En el Al Wasl nadie usa la camiseta número 10: así lo determinó el club. Sin embargo, en octubre de 2011 Maradona protestó: “Aquí hay falta de profesionalismo”. Es que sus muchachos juegan en el equipo, pero además trabajan para el Estado. Varias veces pidió refuerzos, algo que en la Argentina sonó a deseos de pegar la vuelta. Pero no. “Solo quiero que el Ejército y la Policía dejen jugar a mis futbolistas”, reclamó. Un gusto le dieron: el argentino Juan Mercier se sumó al plantel en enero.


Diego fue protagonista de algunas polémicas. Una vez, le pegó una patada a un hincha. Se enojó porque el fanático lo molestaba cuando él intentaba posar con una bandera que rezaba: “Babu, estoy con vos. Te amo. Benja”. Le tiró una patada y se sacó la foto. En otra ocasión, los paparazzi lo pescaron fumando shisha (pipa de agua) en un café: llovieron las críticas.


Después, Maradona jugó al tenis con Djokovic (“Como futbolista, es un gran tenista”, bromeó). Maradona recibió de regalo un jet ski con los colores del Al Wasl. Maradona fue operado de cálculos renales. Maradona fue a consolar a los padres de Dhiab Awana, futbolista local que murió en un accidente de tránsito. Maradona sonó como candidato para dirigir a la selección de Emiratos: “Un consejo: ¡No lo hagan!”, pidió desde sus páginas el diario The Gulf News.
No importa. Diego sigue ahí. Al menos hasta que le pusimos el punto final a este artículo.


Por Ayelén Puyol. Ilustración de Gonza Rodríguez. Fotos de AFP

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