julio 25, 2012

DANIEL JAULE Y SU MOMENTO

SEGUIRÀ DIRIGIENDO EN EL BASQUETBOL MEXICANO


Cuando se daba por hechos su llegada al BASQUETBOL argentino para dirigir en  UNIÓN PROGRESISTA DE VILLA ANGELA, en dupla con LOBERA y cuando se enteraron que legalmente no se podía finalmente DANIEL JAULEO  volvió a recalar al BASQUETBOL mexicano por lo que acaba de fichar para el ABEJAS DE GUANAJUATO


Esta es la nota publicada por el sitio DIARIODEMOCRACIA.COM que aquí comparto con mis lectores:


La nota pertenece al dia: 10 de Junio del 2012

Daniel Jaule nació en Junín y es el mayor de dos hermanos. Hijo de un ferroviario y una ama de casa, siempre vivió en el barrio El Picaflor.


Hizo la primaria en la Escuela 22 y ya antes de eso, a partir de los cuatro años, empezó a ir al Club Sarmiento. “Mis amigos de esa época son los mismos que conservo aún hoy”, evoca Jaule.
Así fue como se inició jugando al básquet en el Verde y al fútbol en River.


Para Daniel, Sarmiento siempre fue un punto de referencia: “Yo llegaba de la escuela, comía, me iba al club y me quedaba toda la tarde”.


Le gustaban los dos deportes y los pudo practicar durante muchos años. Cuando Horacio ‘Taqueta’ Barrionuevo lo llevó a practicar fútbol a Sarmiento, terminó desarrollando las dos disciplinas en la misma institución.


En fútbol jugaba de ocho y en el básquet era armador.


“Al fútbol jugaba bastante bien -cuenta-, y como basquetbolista era un base ordenado, por llamarlo de alguna manera. Creo que el hecho de haber jugado en ese puesto me dio la visión que me sirvió para ser después entrenador”.




Primeros pasos como entrenador


Siendo muy joven, empezó a dirigir básquet.


“Cuando tenía más o menos 15 años -relata- ya había arrancado como director técnico de los más chicos. Una tarde, me viene a buscar ‘el alemán’ Naso, a quien le habían dado para dirigir la selección de Junín de la categoría Mini y me preguntó si yo quería ser el monitor”.


En esa época, los mayores de 21 años no podían dirigir a los chicos, entonces se sentaba en el banco a un colaborador, que era menor, y a ése se lo llamaba monitor.


Aceptó la propuesta, y esa selección salió segunda en el Provincial: “A la vuelta, dos locos que fueron el ‘Tape’ Gandolfo y Pontelli -que estaban en la Asociación Juninense a cargo del minibásquet- me dicen que la selección de pre-mini la iba a dirigir yo solo. Tenía 15 o 16 años. Fuimos a La Plata y salimos campeones”.


El hecho de haber ganado el torneo le dio el derecho de dirigir la selección de la provincia de Buenos Aires, siendo todavía muy joven.


“A los 18 años dirigía básquet y todavía jugaba al fútbol en Sarmiento. Pero después me tuve que decidir porque vi que mi vocación era la de ser entrenador”, resume.


De acuerdo a su análisis, la dirección técnica en inferiores le dio “la satisfacción de enseñarle a un chico y ver la progresión de ese chico durante un año o varios años de trabajo”, algo que considera “espectacular”, y amplía: “Hay pibes en todo el país -porque después me fui para todos lados- que hoy te hablan no solo de lo deportivo, sino que te agradecen la formación humana. Porque el básquet, para mí, es una forma de educación, como lo es en general el deporte, pero ésta, al ser una disciplina de conjunto, más todavía, porque aprenden a compartir, a respetar, a hacer mejor al de al lado, un montón de cosas que lo individual tal vez no te lo da”.




La vocación
Cuando terminó el secundario ya sabía que iba a ser entrenador. “Sentía que era mi vocación”, sentencia.


Después de trabajar con inferiores, estuvo a cargo de la Primera de Sarmiento por muy poco tiempo, hasta que ‘Polo’ Cárdenas le dijo que necesitaban un entrenador en Newbery de Rufino y lo propuso para el puesto: “Ese fue mi primer trabajo profesional, tenía unos 20 años”.


Jaule señala que esa experiencia fue el inicio de un largo camino. Estuvo dos años en la Liga Venadense y en un Torneo Argentino, en el que había gente de Neuquén, dirigentes del Club Petrolero Argentino de Plaza Huincul y le hicieron una oferta. Primero dijo que no, pero al año siguiente le hicieron una propuesta aún mejor y aceptó.


“Petrolero tenía solamente hasta infantiles y quería llegar a la Liga Nacional -recuerda Jaule-, una cosa utópica”.


Armó un equipo y en la primera participación en la Liga de Neuquén perdieron prácticamente todos los partidos. Al año siguiente se quedaron con el torneo local y el tercero ganaron todo: local, regional y un octogonal de toda la Argentina en el que se definía quién ascendía a la Liga B.


Al cuarto año, dirigió a Petrolero en la segunda categoría del básquetbol nacional, donde perdió una final por el ascenso con Santa Paula de Gálvez. “Es decir que estuvimos a punto de lograr el objetivo que nos habíamos planteado cuatro años antes, cuando llegué al club”, sintetiza.


En 1991 pasó a Pico Fútbol Club, en el Torneo Nacional de Ascenso, donde estuvo tres años y logró el ascenso a la máxima categoría para la campaña 94-95.


Siendo aún muy joven, había alcanzado uno de sus máximos objetivos: “Yo tenía 29 años y había debutado como entrenador en la Liga Nacional, para mí eso fue ‘una locura’. Era como que todos los sueños y tanta lucha se había materializado en una realidad, era uno de los entrenadores más jóvenes -si no el más- en llegar a ese nivel”.




El accidente


En 1995, mientras dirigía Pico Fútbol, un accidente automovilístico cambió su vida para siempre.
Iba a Mendoza, solo, en su flamante Renault 19. Viajó con el cinturón de seguridad puesto hasta Tunuyán, donde bajó a cargar nafta y al volver a arrancar, no se ató. Unos kilómetros más adelante, a la salida de una curva, reventó una rueda mientras iba a 160 kilómetros por hora, el auto volcó, dio varios tumbos y, en la última vuelta, salió despedido. El vehículo cayó sobre él.
“Yo nunca perdí el conocimiento -cuenta- y en ese momento pensé que no me había pasado nada, pero cuando me quise levantar, no pude”.


Dos camioneros pararon a socorrerlo, uno levantó el auto como pudo y el otro lo sacó a la rastra. “Aunque tal vez eso pueda haberme perjudicado, en definitiva, creo que me salvaron”, desliza.
Entonces lo llevaron a un hospital a Tunuyán: “Ahí realmente me asusté, porque los médicos iban y venían, corrían de un lado para el otro. Por la gravedad de la situación me derivaron a Mendoza, donde estuve dos meses en terapia intensiva”.


El accidente le había provocado un desplazamiento de la columna que le afectó la médula. Conclusión: ya no volvería a caminar.


“Estuve mucho tiempo en terapia y en esos meses no pensaba en qué podía pasar -rememora-, sentía muy extraño el cuerpo, pero la cabeza te hace como una ‘persiana mental’ y lo único que querés es ponerte bien. En realidad nunca nadie me dijo nada: un día trajeron una silla de ruedas para sacarme a un patio. Ahí me di cuenta, pero nadie me encaró y me dijo ‘no vas a volver a caminar’”.


Daniel hace un repaso y remarca cómo vivió esos días tan difíciles: “En ese momento, la primera sensación que tenés es que se terminó todo: tu vida, tu carrera, todo. Después, la vida te va poniendo elecciones y la primera que tuve fue si quería vivir o morir. Yo elegí vivir. Porque, al estar tan grave, si mi cabeza hubiese querido morirse, lo hubiera hecho, pero mi primer elección fue la de vivir. Había días en que me dolía todo y yo me mentalizaba para que, aunque sea, por una hora no me doliera nada, y lo lograba. La cabeza es increíble”.


Mientras tanto, sus amigos y familiares le buscaban una nueva profesión, pero él en lo único que pensaba era en volver a ser entrenador.


Según dice, nunca tuvo “la necesidad de recurrir a un psicólogo ni nada por el estilo en todos estos años”, y ensaya una explicación para esto: “Yo creo que la mentalidad que te crea el deporte fue lo que a mí me salvó la vida, eso te hace fuerte, te hace creer que todo es posible. Yo soy un agradecido al básquet y a la formación que me dio el deporte, porque en un momento tan crítico que me pasó en la vida, pude salir a través de eso”.




Volver a trabajar


Al poco tiempo, fue a la casa de un amigo a General Pico, y justo en esos días se dio la casualidad que el reconocido entrenador portorriqueño Flor Meléndez firmó como técnico en Independiente, el otro club de esa ciudad.


Meléndez recién podía llegar a la Argentina después del primer partido de la Liga Nacional. Entonces, el presidente de la institución, Germán Vaccaro, le propuso a Jaule ser el asistente: hizo toda la pretemporada con el preparador físico, dirigió el primer partido y Flor llegó al otro día: “Es decir que mi regreso fue en la Liga Nacional y en un equipo extraordinario, donde estaba ‘Chuni’ Merlo, ‘la Vaca’ Tourn, Leopoldo Ruiz Moreno, Melvin Johnson, Miguel Cortijo. Con ese equipo perdimos la final con Boca, que lo dirigía Julio Lamas”.


Al año siguiente pasó a dirigir a Estudiantes de Santa Rosa en el TNA.


En tanto, Jaule asegura que el accidente no le cambió -en esencia- la forma de dirigir, aunque sí las perspectivas: “Uno deja de darle bola a las tonterías y cualquier pavada que anteriormente me preocupaba mucho, después ya deja de ser así. Yo hoy pienso en lo que hacía a los 30 años y no lo puedo creer, pero me imagino que les debe pasar a todos los entrenadores. Las experiencias y las etapas que uno va pasando, son fundamentales en ese cambio”.


Estuvo tres años en Santa Rosa, donde llegó a semifinales en dos temporadas seguidas. Luego pasó a Quimsa de Santiago del Estero. “Cuando yo llegué el club -reseña- era prácticamente un galpón con una cantina y armamos un proyecto bárbaro de Liga”.


Ahí estuvo cuatro años, luego se fue a Olimpia de Paraguay y finalmente se marchó para México, donde lleva seis años.


Entrenador
A la hora de pensar su trabajo, Jaule destaca que a los lugares donde él va siempre tiene que haber un proyecto integral: “La persona que me contrata sabe que no solo me llama por la parte deportiva, sino que hay otras cosas que me gusta hacer y en las que me he perfeccionado, como el montaje de la infraestructura para el alto rendimiento, la organización del club, la venta de un producto. Es un conjunto de cosas que te permiten, si te toca ascender, que haya una estructura atrás, y si tenés que descender, que no se desarme todo. Para mí, hoy, un entrenador de alto rendimiento también es un gerente deportivo”.
En esta última etapa en México, se especializó en ‘coaching’ y da charlas sobre liderazgo y trabajo en equipo.


En cuanto a lo estrictamente deportivo, Jaule trata de que sus equipos tengan un sello. Entre los lugares por donde pasó, destaca el ascenso con Pico Fútbol, el Quimsa de su segundo año y las últimas dos temporadas de México. “También está la satisfacción del ascenso en Plaza Huincul, que tiene un sabor distinto porque era todo garra y corazón”, evoca.


Asimismo, remarca que “los entrenadores argentinos están todos muy capacitados” y asevera que para estar en un buen nivel, hay que seguir los cambios que se presentan en esta disciplina: “El básquet ha cambiado mucho. Sigue siendo un deporte que, para mí, es un laboratorio, donde uno puede hacer y deshacer muchas cosas, que tiene algo de ajedrez porque es muy táctico, pero los jugadores han cambiado mucho: hoy un jugador de dos metros cinco corre la cancha como uno de uno ochenta, eso antes no pasaba”.


Junín


Si bien no tiene problemas con la vida nómade que lleva por su profesión, reconoce que cada vez le cuesta más irse de Junín. “Pero esto es lo que yo elegí y sabía que esto iba a ser así”, dice.
Haciendo una lectura de lo que sucede en nuestra ciudad, remarca que “hay un gran mérito de los equipos de Junín en mantenerse vigentes, después de tantos años”.


Aunque también sostiene que ésta es “una ciudad totalmente exitista, a veces demasiado exigente con lo local”. Y subraya la importancia de que “siga habiendo diez equipos de básquet, que cientos de chicos puedan practicar este deporte: esta es una ciudad basquetbolera por excelencia”.
Con todo, da una explicación sobre la posibilidad de dirigir en su ciudad: “No digo que no me gustaría volver a Junín, quisiera poder hacerlo alguna vez, no sé por qué pero no me han convocado, una sola vez me llamaron de Argentino, pero yo no podía porque tenía contrato. Quizás mi carrera fue por otro lado, pero por supuesto que a uno, como juninense, le gustaría dirigir acá, esta es mi ciudad, es mi gente y sería muy lindo

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