noviembre 12, 2013

A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE UN GRANDE

EN EL RECUERDO JOSE MARIA GATICA

Hoy se cumplen 50 años de la muerte de JOSE MARIA GATICA, aqui transcribo para mis lectores el artìculo publicado por el sitio INFOREGION.COM.AR :




Pese a no haber sido campeón del mundo ni tampoco monarca argentino, Gatica fue uno de los máximo ídolos de la historia del boxeo argentino. Murió a los 38 años, al caer de un colectivo cuando salía de la cancha de Independiente, el club de sus amores. Leonardo Favio repasó su vida en un película memorable.



José María Gatica fue uno de los más grandes ídolos del boxeo argentino. Pese a que sus triunfo no le alcanzaron para ser campeón del mundo ni tampoco campeón argentino, el Mono se ganó el cariño del público como casi ningún otro. 



Hoy se cumplien 50 años de su fallecimiento, ocurrido en el hospital Fiorito de Avellaneda a los 38 años. Dos días antes de ingresar en la unidad sanitaria bonaerense había caído de un colectivo de la línea 295 tras salir de la cancha de Independiente, el club de sus amores. 



Nacido el 25 de mayo de 1925 en un humilde hogar de la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, en 1933, su madre, acosada por las necesidades de la pobreza, decidió emigrar de Mercedes y junto a su otro hijo tomaron un tren con destino a la estación de Pergamino. Allí la mujer trabajó en tiempos de cosechas para hacerse de unos 200 pesos. Después abordaron otro tren y siguieron a Buenos Aires para radicarse en el barrio de San Telmo. 



El pequeño Gatica se transformó en el "Monito", un chico que de día lustraba botas en las calle porteñas y de noche vendía diarios. Un niño que creció de golpe en un mundo en el que había que pelearla segundo a segundo para no ser devorado por la marginalidad. Así se fue criando ese muchachito tan pícaro como resentido hacia una sociedad que le daba las espaldas y no se preocupa por él. 



El Gatica adolescente se fue haciendo hombre entreverado con guapos, principalmente marineros que se reunían para pelear por plata en la Misión Inglesa, donde combatía por 80 centavos o un peso por día ante rivales que tenían mayor contextura física. Pero ya se advertía a un peleador que poco le importaba que le pegaran, en tanto y en cuanto él podía seguir combatiendo y haciendo sentir sus mandobles sacados desde todos los ángulos, en forma agazapada, como si fuera un cavernícola. 



Después, de la mano del técnico Lazaro Kocsi, saltó a los cuadriláteros y descolló como amateur, hasta llegar a ser el boxeador aficionado mejor pago. Luego vinieron los tiempos del profesionalismo y un año clave en la historia de los argentinos: 1945. Desde entonces, desplegó toda su personalidad discordante, que sembraba amor e idolatría en las populares y odio entre los habitantes del ring side. 


Las noches porteñas tuvieron a un habitué de los cabarets donde fue despilfarrando, quizás a conciencia, todo el buen dinero que se ganaba sudando en el cuadrilátero. Los amores contrariados y las escenas públicas escandalosas lo tuvieron de protagonista, pero siempre aflojó cuando se le cruzaba un niño, una viejita o algún necesitado con la panza vacía. Conoció la gloria y también las derrotas, en especial en los grandes clásicos ante el boxeador rosarino Alfredo Prada, quien hasta su muerte recordaba con emoción los pleitos con el "Mono", siempre acompañados por Perón en el ring side y hasta a veces por la mismísima Evita. 



El 5 de enero de 1951, en el mítico Madison Square Garden de Nueva York, fue noqueado en un round por el campeón mundial liviano, el local Ike Williams, en una pelea sin título en juego. Así hasta que llegó el ocaso deportivo, paralelo a la oscuridad política de la impopular Revolución Libertadora. 



Gatica cayó en el ostracismo, luego en la pobreza y finalmente en la injusta denigración, al punto que hasta se prestó a realizar una parodia en la cancha de Boca ante el catcher Martín Karadajian. Por eso no extrañó que una tarde de noviembre de 1963, cuando salía de la cancha de Independiente, donde vendía muñequitos (diablitos rojos), cayera desde un colectivo y sus ruedas pasaran sobre su cuerpo. Luego, la agonía para expirar días después en una humilde cama del hospital Fiorito. 



Leonardo Favio contó su vida en una película memorable: Gatica, el Mono. "Nunca te perdonaron tus pies descalzos..." había dicho el poeta Alfredo Carlino en su libro Chau Gatica.

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