septiembre 16, 2013

EL DÌA QUE HURACAN CONSIGUIÒ LA GLORIA

FUE UN DIA COMO HOY PERO DE 1973


Un dìa como hoy pero de 1973 HURACAN DE PARQUE PATRICIOS SE CORONO CAMPEON, asi lo reflejò en su momento el sitio 11wsports.com:


Huracán, Campeón Metropolitano 1973

Un equipo grande para un club grande
Estudiantes, Vélez y Chacarita ya habían salido campeones cuando arrancaba 1971 y eso significaba para Huracán una carga pesada en el honor de un club que se consideraba un grande y que, a diferencia de los otros grandes -y ahora de esos tres “chicos”-, no había podido subirse al podio más elevado del fútbol argentino ni una sola vez.



Por eso su presidente Luis Seijo (que llevaba 13 años en ese cargo y que era de recurrir a algunas decisiones espectaculares en la contratación de técnicos y jugadores) apostó fuerte y antes del inicio del Metropolitano de ese año incorporó como director técnico a Osvaldo Zubeldía, un símbolo de lo que ya se llamaba trabajo, seriedad y, supuestamente, garantía de un resultado favorable, al mediano y largo plazo.





Zubeldía acababa de dejar, después de varios años, su criatura más acabada y recordada, Estudiantes de La Plata, primer equipo chico campeón, que conquistó en tres ocasiones la Libertadores y en una la Intercontinental , nave insignia de un estilo que ya hacía agua por el lado de un ciclo agotado, generador de cuestionamientos que parecieron llegar tarde.




Zubeldía llegó al equipo de Parque Patricios junto con refuerzos como Poletti –“su” arquero en Estudiantes-, Basile, Maidana, Laginestra y Doval, quien retornó solo por ese año del Flamengo de Brasil. Los resultados del corto plazo no ayudaron y Zubeldía se fue antes de la décima fecha.



A fines de abril, en un giro de 180 grados respecto de lo que pretendía como estilo de juego para Huracán, Seijo visitó y convenció a César Luis Menotti, por entonces ayudante del Gitano Juarez en Newell´s, para que se hiciera cargo del equipo. Ahí, en medio de ese extraño cambio de orientación dirigencial, arrancó el primer, y hasta aquí, único Huracán campeón, cuyo recuerdo excede en mucho esa particularidad estadística.




No fue fácil el arranque para Menotti. No sólo porque en su debut perdió contra Boca de modo contundente 3 a 0 sino porque la ejecución de la idea del técnico no cerraba con el perfil de algunos jugadores, otros necesitaban corregir aspectos técnicos considerados claves por Menotti y los más jóvenes debían seguir creciendo y consolidándose. El final del Metro lo encontró en mitad de tabla y en el Nacional, en su zona apenas cuatro equipos, todos del interior, estuvieron por debajo, en una campaña en la que solo logró 3 victorias.




El tercer puesto obtenido en el Metro del 72, con la delantera más goleadora y los dos máximos goleadores del certamen (Brindisi 21, Avallay 17) marcó una mejoría notable, consolidándose el terceto central (Brindisi, Avallay y Babington), con el aporte inteligente y talentoso de Omar Larrosa y el equilibrio de Francisco Russo. Ese avance se transformó en potencial en el Nacional 72, donde no se clasificó para la instancia final del certamen que, al igual que el Metro, obtuvo su clásico rival, San Lorenzo.


Carrascosa, Fanesi y Chabay agregaron experiencia en el fondo en el plantel que encararía un 1973 histórico. Pero fue un jugador venido del ascenso, puntero derecho, el refuerzo más espectacular e inesperado: René Orlando Houseman, un wing derecho fenomenal, que se transformaría en uno de los últimos -y más brillante- de esa especie en extinción de locos de la raya derecha, inspirados, hábiles, con el sello indeleble de la genialidad futbolera.




Ese Huracán supo interpretar y se hizo cargo del tono de época, jugando como se vivía, defendiendo con orgullo y con momentos de altísima calidad, un deporte hermoso que tuvo la posibilidad, durante algunos meses, de encontrarse con lo mejor de sí. Inteligencia colectiva, distintas cualidades individuales puestas en función de conjunto, solidaridad, belleza, armonía y contundencia se combinaron en un equipo que, como ningún otro, alcanzó la sintonía del discurso de su técnico, transformado a partir de allí en una referencia futbolística insoslayable.




Hasta que el técnico de la Selección Argentina, Enrique Omar Sívori, convocó al plantel con el que enfrentaría las eliminatorias al Mundial de Alemania –entre los que se encontraban varios de los integrantes del equipo titular de Huracán- el Globo llevaba una campaña excepcional, también en números, con un promedio de cerca de 3 goles por partido, con varias goleadas y actuaciones memorables: 6 a 2 en el debut con Argentinos, 5 a 2 a Atlanta en la tercera fecha, 5 a 0 a Racing en la quinta, el 5 a 0 a Central en Rosario (inolvidable despedida con todo el estadio aplaudiendo), para terminar sumando al cabo de los primeros 17 partidos, la mitad del certamen, 25 puntos y 46 goles. Eran todos elogios para Roganti, Chabay, Buglione, Basile, Carrascosa, Brindisi, Russo, Babington, Houseman, Avallay y Larrosa, ese equipo que hasta ahí se decía de memoria.




La segunda parte del Campeonato obligó a Menotti a arreglarse con lo que le quedaba. Ausentes las figuras Huracán reguló su juego, dado que no había forma de reemplazar a Brindisi, Avallay y Babington.



Por eso el final fue más angustioso del esperado - con el fuerte del equipo desplazado hacia la zona defensiva-, a pesar que alcanzó una distancia apreciable con Boca, 4 puntos, pero que parecía reducida a la luz de la diferencia futbolística con el resto, aunque ese fue un buen Boca.




Ese fútbol lujoso, en el que Babington aportaba elegancia, talento y la única zurda del equipo titular; Brindisi habilidad, un despliegue físico fantástico, creación y gol; Avallay su progreso notorio en la definición y en aquello de “velocidad con precisión” que tanto reclamaba Menotti; Russo cubría las espaldas de todos y a pesar de sus desplazamientos lentos llegaba siempre a cortar para entregar limpio a un compañero; Larrosa terminó explotando, a partir de su inteligencia, entrega, ductilidad para desdoblarse como volante y puntero izquierdo y de una gran capacidad táctica, condiciones que le permitirían, sorpresivamente, integrar el plantel de Argentina en el Mundial 78 y ser figura clave en la semifinal con Perú e ingresar en el partido final.



Houseman terminó siendo el último wing atorrante, con sello de potrero, que llegó a habitar en el fútbol de primera y, encima, a la altura de los más grandes que se recuerden por estas tierras, ahí, en el podio de los mejores. Un manejo único de la pelota bien pegada al pie –el derecho para llevarla, el izquierdo para cubrirla-, a pura gambeta y a plena velocidad. Creaba juego para él y para los demás, su estilo era indescifrable para sus rivales, superando incluso su endeblez física, con una enorme intuición, llena de astucia y valentía. Y, además, tenía gol (se retiró con más de 100 convertidos).




Decir Huracán del 73 es evocar el fútbol en su mejor versión, aunque no se trate de la única. Es marcar que con esa prueba acabada Cesar Luis Menotti empezó su carrera como Técnico, que cinco años más tarde alcanzaría su logro más trascendente, con Argentina campeón del mundo. Es recordar que esa idea de fútbol se extendió, con la renovación de algunos ejecutantes, y que en los Metros del 75 y 76 fue subcampeón, detrás de River y de Boca, respectivamente. Incluso algunos opinan que aquél Huracán del 76 (que ganó su zona invicto con 12 puntos más que Boca, y que sumándole a ello el certamen final sólo perdió dos veces sobre 33 partidos, fue el que más goles logró y el que tuvo la mayor cantidad de puntos) puede discutirle el privilegio de ser el mejor, aunque, en el fondo, sepan que no alcanza. A Huracán del 73 será difícil empardarlo.

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