febrero 12, 2014

HISTORIA DEL DEPORTE QUE MERECEN SER CONTADAS

HOY: VICTORIO CASA

En "UNA CARICIA AL ALMA" hoy le transcribo la historia de VICTORIO CASA que en su momento publicò DIARIO UNO :



El muchacho de ardientes 21 años había tenido una noche de fiesta y arriba de su Torino continuaba con los cariños a la chica que lo acompañaba. En la oscuridad de la avenida Libertador paró su auto y siguió con los mimos. La acalorada función de amor estaba en su apogeo, por eso la pareja no escuchó una voz que venía desde unos metros más allá.


 
 
Los sacó de su tierno momento placentero una ráfaga de ametralladora que le descolgó al joven el brazo derecho, arriba del codo.

 
 
Lo que no escucharon era la voz de advertencia de un soldado que hacía guardia nada menos que frente a la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada (ESMA), que años después sería la sede del horror de cientos de torturados y desaparecidos y que actualmente es el Museo de la Memoria.

 
 
Ese 11 de abril de 1965 quedó como una nefasta noche, la más fea de su vida, para Victorio Francisco Casa, un marplatense jodón y mujeriego, como la mayoría de los integrantes de aquel equipo de San Lorenzo que quedó en la historia como los Carasucias.

 
 
Pocas veces en su vida quiso hablar del episodio: “A las ocho y media de la noche salimos con mi peluquero y dos minitas. Fuimos en mi auto, para el lado de la cancha de River. Comimos un choricito... pasó una hora. Volvimos por la Costanera. Estábamos escuchando Inolvidable, de Tito Rodríguez. Me metí por una calle muy oscura y paré el coche. 
 
 
 
Entonces sentí el ruido de la ametralladora. ¡Pa, pa, pa y pa! Cuando me vi, no tenía la mano. Seguí con el auto hasta Libertador. Un tachero me reconoció y me llevó al Pirovano. El doctor me dijo: “Pibe, no es nada”. “¿No es nada? Tengo la mano en la mano, hermano”. Me anestesiaron. Pensé que estaba muerto. Al otro día, el doctor me dijo: “El brazo lo tenés”. Me había puesto una venda y la escarbé. ¿Qué lo voy a tener?”.
 
 
Esa vez el loco wing izquierdo no pudo gambetear los balazos.

 
 
Había llegado del Deportivo Norte, de la B de Mar del Plata, en 1961 y debutó con 18 años en la Primera de San Lorenzo el 9 de setiembre del \'62 contra Ferro.

 
 
Junto con Doval, Veira, Areán, Telch, Rendo, Albrech y el mendocino Rolando Gramari armaron un equipo que se divertía y hacía felices a sus hinchas al verlos jugar con tanta libertad de movimiento y con jugadas que se acercaban más a un picado del barrio que al fútbol profesional.

 
 
Victorio Casa llegó a la Selección nacional y fue campeón de la Copa de las Naciones en Brasil , superando nada menos que a los locales que venían de ser bicampeones del mundo.
 
 
Pero esa ráfaga le truncó la carrera, o mejor dicho le aceleró el retiro.

 
 
Su voluntad lo llevó a reaparecer en San Lorenzo, 45 días después. Porque el 25 de mayo del \'65, en el partido ante Banfield, otra vez Casa entró a la cancha pero desde ese día pasó a ser el Manco Casa.

 
 
La herida sin cicatrizar, la multitud que lo ovacionaba en el viejo Gasómetro y al wing izquierdo no se le movió un pelo. “Había que ser duro para entrar”, contaba años después.

 
 
Jugó dos años más, pero su estabilidad no era la misma. Sus gambetas eran más predecibles, aunque volvió a destacarse algunas tardes, pero nunca fue igual. Terminó en el fútbol de EE.UU.

 
 
Es la historia del Manco Casa.

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