julio 02, 2018

HISTORIAS DEL DEPORTE QUE MERECEN SER CONTADAS


NAPOLEÓN EL AMULETO DE ATLANTA: (LUNES 02 DE JULIO DEL 2018)


Empezaremos a recorrer desde hoy  y una vez por día tanto en el blog deportivo: “DEPORTES EN GENERAL “ como en “MINUTO CERO AL INSTANTE” “HISTORIAS INSÓLITAS DEL DEPORTE” que servirán para darle un toque de distinción al blog como así también al programa deportivo.




Hoy el CAPITULO 1: “NAPOLEON EL AMULETO DE ATLANTA”

FUENTE: DIARIO UNO
ortiz.lucio@diariouno.net.ar



Era una mezcla entre salchicha  y callejero. Perro sin raza determinada. De patas cortas con su cuerpito casi rozándole el piso.



Cuando el perrito llegó a manos de Francisco Belón a mediados de los años ’30 lo bautizó con un nombre de un conquistador y le puso Napoleón.



El dueño era hincha de Atlanta y le había llegado el cachorro por intermedio  de un hincha de Chacarita, el clásico rival del barrio.




El perrito en su nuevo hogar no paraba  de jugar con la pelota de cuero marrón que se confundía con su pelaje corto del mismo color. Pasaba horas corriendo con la pelota intentando morderla.





Francisco lo llevaba a la cancha y su  fanatismo lo condujo a ingresarlo  como mascota del equipo, cuando jugaba de local. El perrito posaba con  el equipo previa exhibición de sus habilidades con el balón.




El periodista Félix Frascara lo vio  antes de comienzo de un partido ante River y escribió en El Gráfico: “Empujándola con la cabeza, entre el  cogote y la espalda, a toda velocidad  entre las piernas de quienes intentaban quitársela, el perrito atajaba y gambeteaba y era saludado por una ovación del público”.




Actuaba como un perro de circo  haciendo piruetas para el público  futbolero y la broma más utilizada era gritar “por favor ponganlo de titular  que es mejor que todos los perros  que entran a la cancha”.




Napoleón era la mascota oficial de  Atlanta en la primera división del fútbol argentino. Tras la muestra de habilidad, lo ponían en la platea y no  dejaba de correr, al lado del alambrado, para el lado a donde iba la pelota.  Así todo el partido.




Dicen algunas historias fantásticas  que Napoleón “festejaba los goles y si el equipo perdía, volvía a la casa con la cola entre las patas”. Cuesta creer.




El dueño lo comenzó a llevar a algunos partidos de visitante, y debía  usar el ingenio y un bolso para viajar con el perro en tren, tranvía o en el colectivo.




Pero hay una historia en la que el pequeño can ingresó al salón de los  amuletos o los talismanes de la suerte.  El 22 de noviembre de 1936, Atlanta visitaba la cancha de Talleres  de Remedios de Escalada en el torneo Oficial de la AFA. Era por la 14ª  ronda de partidos, del certamen de  17 fechas, que ganó River Plate. Napoleón estaba alzado por su dueño esperando




la salida de los  equipos. Sonaron  unas bombas de estruendo y el perrito saltó asustado y se volvió por el túnel y se escapó de los vestuarios.




Los goles de Talleres  se producían seguido en una gran  demostración de los locales que al final del primer tiempo se imponían 5 a 1. Entre los hinchas  de Atlanta se corría la voz del “perro perdido por las bombas”.




El salchicha-callejero apareció y les cambió la cara a los jugadores y a  los hinchas del Bohemio. Como por arte de magia Atlanta comenzó a mejorar y metió 4 goles para igualar el partido 5 a 5.




El empate se le adjudicó a la aparición  de Napoleón, que había estado  acurrucado debajo de una tribuna. En abril de 1938 el perrito en su  intento por cruzar la calle fue atropellado por un auto negro.




Francisco decidió embalsamarlo sobre la pelota  que tanto le gustaba. Napoleón posaba en las vitrinas de Atlanta junto a los trofeos.




Unos años después Francisco  discutió con un dirigente  se enojó mucho y se llevó el  perro embalsamado a su casa.



Su hijo Osvaldo continuó  conservando a la mascota en el hogar y luego siguieron  sus hijos. Napoleón aparece en cada festejo de Atlanta y es mostrado como un  trofeo. Los niños preguntan por el  perrito y la historia se vuelve a contar  de padres a hijos.



A Napoleón le brillan los ojitos y  parece que quiere jugar.

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