EL PROTAGONISTA DE HOY: MATTHIAS SINDELAR
En esta sección denominada : "UNA CARICIA AL ALMA" les presentó la historia de MATTHIAS SINDELAR .-
Todos los datos fueron extraídos del sitio: "HISTORIASDELDXT.BLOGSPOT.COM
Considerado el mejor futbolista austriaco de todos los tiempos, Matthias Sindelar lideró la potente selección de su país en la década de los 30. Conocido como el Mozart del fútbol por su genialidad con el balón en los pies, pasaría a la leyenda por hacer frente a uno de los mayores tiranos de la historia, Adolf Hitler.
Vivió para el fútbol y cayó en desgracia por su resistencia al totalitario régimen nazi. Siete décadas después de su muerte las causas de la misma siguen siendo un misterio, dando pábulo a todo tipo de teorías. Su historia representa como pocas la dignidad llevada al mundo del deporte.
En esta sección denominada : "UNA CARICIA AL ALMA" les presentó la historia de MATTHIAS SINDELAR .-
Todos los datos fueron extraídos del sitio: "HISTORIASDELDXT.BLOGSPOT.COM
Considerado el mejor futbolista austriaco de todos los tiempos, Matthias Sindelar lideró la potente selección de su país en la década de los 30. Conocido como el Mozart del fútbol por su genialidad con el balón en los pies, pasaría a la leyenda por hacer frente a uno de los mayores tiranos de la historia, Adolf Hitler.
Vivió para el fútbol y cayó en desgracia por su resistencia al totalitario régimen nazi. Siete décadas después de su muerte las causas de la misma siguen siendo un misterio, dando pábulo a todo tipo de teorías. Su historia representa como pocas la dignidad llevada al mundo del deporte.
En la década de los 30 no había en el fútbol europeo una selección como la de Austria, conocida como el Wunderteam,
el equipo maravilla. Practicaba un juego de toque y fantasía que
maravilló al planeta fútbol a base de espectáculo y resultados de
escándalo, como un 8-1 sobre Suiza, un 8-2 a Hungría, un 0-5 a Escocia
en Glasgow, o sendas goleadas a la selección alemana (5-0 en Viena y 0-6
en Berlín). También lo hicieron una tarde de 1932 en Standford Bridge,
cuando a punto estuvieron de lograr lo que nunca nadie antes había
logrado: ganar a Inglaterra en su campo. Pese a perder 4-3, los
periódicos ingleses reconocieron la superioridad austriaca y se
rindieron a su fútbol de vanguardia.
Y entre todos los jugadores de este formidable conjunto destacaba su capitán y estrella, Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol, un delantero centro atípico. Alto,
delgado, de rostro afilado y mirada triste, era un peligro constante
para los rivales, y no sólo por sus numerosos goles sino también por su
control del balón, rapidez, habilidad extrema para driblar, por sus
extraordinarios pases…
Tenía genio en los pies. Además, fue
precursor de un estilo de delanteros todoterreno que podían retrasarse
al centro del campo sin perder efectividad, como luego lo serían el
húngaro Hidegkuti o Alfredo Di Stéfano. Sindelar era una estrella
mayúscula en aquella época y el gran fenómeno del fútbol europeo de los
años 30.
Nacido el 10 de
febrero de 1903 en la región de Moravia, hijo de una humilde familia
católica, empezó a jugar al fútbol en el barrio vienés de Favoriten,
de mayoría judía, al que se habían trasladado al encontrar su padre
trabajo como fundidor y herrero. Pasó su infancia pegado a un balón de
fútbol y fue en las calles de este barrio obrero donde desarrolló su
enorme talento.
Allí le empezarían a conocer con el apodo de El Hombre de papel
por su aparente fragilidad y habilidad para pasar entre los defensores
rivales “flotando como si fuera una hoja de papel”. A los 15 años ficha
por el Hertha Viena antes de llegar al Austria de Viena, el equipo de la
clase media judía, al que guiaría a la conquista de cinco Copas y una
Liga austriaca. Era el mejor y el más popular jugador del país; todo el
mundo le adoraba, incluso los aficionados rivales.
Pero
aquel “equipo maravilla” que él lideraba nunca tuvo la suerte que su
talento merecía. No disputaron el Mundial de 1930 –el primero de la
Historia- porque sus dirigentes no quisieron desplazarse a la lejana
Uruguay, y cuatro años después, en Italia´1934, tuvieron que conformarse
con un polémico cuatro puesto.
Tras eliminar a selecciones favoritas
como Francia o Hungría, se toparon en semifinales con la anfitriona. Mussolini
no podía permitir la derrota de Italia en un torneo preparado a la
medida de sus intereses políticos, y el partido resultaría un auténtico
atropello: además de permitir el juego violento italiano, el árbitro
anuló dos goles legales a Sindelar. En los últimos minutos, Guaita marcó el gol del triunfo de la selección azzurra,
que certificaba el adiós del mejor equipo del Campeonato. Dos años
después, Austria lograría la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de
Berlín.
En 1938 el Wunderteam ya no tendría opción de
disputar el Mundial de Francia; de repente, la política se cruzó en su
camino. Formaron una maravillosa generación de futbolistas sin fortuna.
Su cuenta de grandes títulos se quedó a cero.
Pero además, la
historia de aquella selección austriaca refleja como pocas la sinrazón
de los totalitarismos, y es la viva constatación de que política y
deporte nunca han sido buenos compañeros de aventuras. Y Matthias
Sindelar, y su trágica historia repleta de dignidad, son el mejor
ejemplo de ello. Él sufrió como ningún otro futbolista las consecuencias
de la manipulación que el fascismo hizo del deporte.
El
12 de marzo de 1938 las tropas de Hitler entran en Viena sin
resistencia alguna y Alemania se anexiona Austria. El régimen nazi
requisó instituciones y edificios estatales, despojó al país de sus
colecciones de arte... A todos los efectos consideraban que había una
sola Alemania y eso significaba, además, que no cabían dos selecciones
de fútbol.
Así, aquella anexión les ofrecía la posibilidad de formar un
potente conjunto fichando a la fuerza a las estrellas del equipo
austriaco, muy superior por calidad a la física y robusta selección
alemana. La Copa del Mundo de 1938 sería una magnífica oportunidad para
presentar al mundo a una Alemania unida y victoriosa con los talentos
incorporados.
El 3 de abril de ese año, antes de
concretarse aquella peculiar “anexión futbolística”, se juega en el
viejo estadio Prater de Viena el último partido en el que se iban a
enfrentar ambas selecciones, presidido por numerosas autoridades nazis.
Se esperaba que fuera un encuentro amable, sin confrontación, algo
así como un partido de bienvenida y fraternidad entre dos selecciones
que históricamente habían vivido una gran rivalidad, pero que desde el
momento en que el árbitro pitara el final formarían un solo equipo. “Ganar un partido es más importante para la gente que capturar una ciudad”,
solía decir el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels. Aquel
encuentro era el mejor ejemplo de sus intenciones, y hay quien sostiene
que aconsejaron a los austriacos dejarse perder para contentar a los
mandatarios alemanes.
Pero nada más lejos de la realidad. Heridos en su
orgullo, llenos de coraje, queriendo demostrar en su último encuentro
como nación independiente la superioridad que todo el mundo conocía, el Wunderteam
salió a por todas, aplastando a los alemanes con su juego creativo.
Austria ganó con claridad por 2-0; Sindelar marcó el primer gol y fue,
una vez más, la estrella del partido. Cuando su compañero Karl Sesta
marcó el segundo, ambos lo celebraron bailando frente a la tribuna de
las humilladas autoridades nazis. Aquella imagen le elevó a la categoría
de mito, y le convirtió de paso en un personaje molesto para el
régimen. Mientras gran parte de la sociedad austriaca había aceptado de
buen grado la anexión alemana, aquel partido mostró un claro ambiente
anti-nazi por parte de muchos de los aficionados que llenaban el Prater.
Hitler
–sabedor de la importancia propagandística del deporte- soñaba con
formar un equipo potente que borrara la humillación sufrida en los
Juegos Olímpicos de Berlín´1936, y se frotaba las manos pensando que su
nueva estrella sería el legendario hombre de papel.
Pero Matthias Sindelar no era de la misma opinión. Rechazaba
la anexión de su país y la política de sólo arios que amenazaba con
expulsar a los judíos. Era un hombre rebelde que tenía principios y se
negaba a admitir los atropellos de aquel régimen. No quería vestir la camiseta alemana y mucho menos hacer el saludo nazi antes de los partidos.
Bien
es cierto que ya tenía 35 años, pero aún se encontraba en un momento
álgido de su carrera. Asumiendo las consecuencias, decidió que aquel
había sido su último partido, así que simuló lesiones y evadió, como
buenamente pudo, cualquier intento del combinado alemán de contar con
sus servicios.
Pese a las intimidaciones y amenazas del Ministerio de
Deportes del Tercer Reich, nunca jugaría con Alemania. Curiosamente, el
fútbol –tantas veces utilizado por los nazis para fortalecer su imagen-
se convertía entonces en vehículo de expresión de la resistencia, y
Matthias Sindelar en símbolo de la contestación popular al régimen.
Varios
hechos hablan a las claras de sus ideales y principios éticos. Con la
irrupción del nazismo en Austria, se promulgó una ley que obligaba a los
propietarios judíos a abandonar sus locales, lo que les forzaba a
venderlos con rapidez.
Esta obligación generó que los usureros pudieran
comprar a muy bajo precio, lo que provocó grandes injusticias. Sindelar
compró una cafetería a un hombre judío –de nombre Leopold Driell- y le
pagó por ella 20.000 marcos, toda una fortuna en aquella época y más de
lo que nadie había pagado por un local de este tipo. El jugador quiso
ser generoso y se negó en rotundo a aprovecharse de la desesperación de
Driell. Al tiempo, cuando el presidente del Austria de Viena fue
expulsado de su cargo por ser judío, Sindelar le siguió considerando
públicamente como un amigo.
Actos como estos le costaron el rechazo y la sospecha
de los mandatarios nazis. Fue reportado desfavorablemente en los
informes de la Gestapo y catalogado como “amistoso hacia los judíos” y
“reacio a acudir a manifestaciones del Partido”. Nunca más viviría
tranquilo, siendo vigilado y perseguido por la policía.
Algunas
versiones de la época cuentan que pasó meses recluido en su departamento
del centro de Viena debido a las presiones del régimen nazi y que
incluso intentó escapar a Suiza sin éxito. Mientras tanto, la “nueva y
potente” selección alemana, reforzada con jugadores austriacos,
fracasaba en el Mundial de 1938, siendo eliminada en primera ronda.
A
partir de aquí, y debido a la actitud rebelde de Sindelar y a las
sospechas que levantaba entre las autoridades, los últimos meses de su
vida están envueltos en un halo de misterio, a medio camino entre las
certezas y la leyenda.
Las certezas nos conducen a la muerte del
futbolista el 23 de enero de 1939 en su vivienda. Se sabe que unos días
antes se había declarado a su novia, Camila Castagnola, una chica
italiana de origen judío. Tras una noche de alcohol y pasión, un amigo
suyo fue a buscarle pero nadie contestó cuando llamó a la puerta de su
departamento.
Extrañado, abrió a la fuerza
encontrándose en la cama el cuerpo desnudo y sin vida de Sindelar. A su
lado, agonizante, estaba su novia, quien moriría poco después. La causa
oficial de ambas muertes fue la inhalación accidental de monóxido de
carbono, versión que corroboraron varios vecinos asegurando haber tenido
problemas con la calefacción del edificio desde unos días antes.
Sindelar era un héroe para los austriacos y a su funeral acudieron
40.000 aficionados.
El caso tardó seis meses en
cerrarse por orden gubernativa, y oficialmente se consideró una muerte
accidental. Sin embargo, ya se habían disparado todo tipo de teorías. Algunos
atribuyeron su muerte a la Gestapo que, según esta versión, habría
saboteado el conducto de gas de su vivienda para matarle lentamente;
otros especularon con un posible suicidio de la pareja, desesperados
ante las presiones del régimen nazi.
La verdad nunca se supo y ya
nunca se sabrá. Pero sea cual fuera la causa de su muerte, lo que no
morirá nunca es su leyenda. Matthias Sindelar, El Hombre de papel, el Mozart del fútbol,
fue un extraordinario futbolista (el mejor que jamás haya dado Austria)
y un hombre de principios y enorme dignidad que nunca se resignó a ver
pisoteados sus derechos. Ese fue su mejor gol.
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